Y una vez mas se había despertado con la sensación de no pertenecer aquel lugar, abrir los ojos se le hacia cada vez mas extraño por la mañana, el sentimiento de la no intranquilidad en aquel sitio le hacían eco en la cabeza durante todo el día, pero, ella mejor que nadie sabia que eso le ocurría muy a menudo, por lo que solo basto con bostezar y estirarse un poco para desechar la pereza.
-¡Yura-Taichou! –gritaron desde la parte baja de la casa, a lo que la joven solo le quedo observar como si fuera la primera vez todo su entorno, nada parecía extravagante o fuera de lo normal: baul, ventana, lámpara, ropa tirada por ahí. Mas sin embargo se sentia observada. Sin duda, estaba enloqueciendo.
Tomo aire a duras penas, y se incorporo. Cerró los ojos recordando en escenas muy vagas el entrenamiento de Kyudo, el cual había sido soberbio y por lo tanto las mayugaduras debían de estar cobrando la factura. Sin duda seria un día sumamente largo. Tenia que entrenar con los nuevos y practicar un poco... practicar... no sabia por que tenia la necesidad de... practicar y asi, quizas, distraerse un poco, del maldito martirio en el que se habia vuelto su vida sin... suspiro.
-"Sakuragi Ayami"- repitió su nombre como si tratara de no olvidarlo, mientras que se observaba al espejo, los cabellos lacios y blancos cenizos caían por toda su espalda, y se expandían a su alrededor como si fueran una pesada y sedosa cortina color arena. La yukata negro con líneas blancas en los bordes y el liston rojo amarrado a su cintura, le daba un buen resalte a sus ojos borgoña.
Ayami, en sus divagaciones mentales de aquella mañana con recorrido escaleras abajo, vio su vida como en una cinta de película antigua, desde su infancia hasta lo que había cenado una noche antes, podía verla, pero no sentirle, se observaba una y otra vez las manos, buscando el por que de aquella ansiedad que tenia de salir corriendo hasta encontrar aquello que le complementaba y que ahora mismo le faltaba.
-"Ayami-dono"–saludaron a la albina sacándola de sus conjeturas, dos jovenes con yukatas similares, que la saludaban efusivamente. La aludida solo le quedo sonreir y alcanzarlas.
-"chicos..."- contesto un tanto lejana, mientras se acompañaban camino por los largos pasillos del clan.
El dia habia parecido pintado para que se deprimiera mas, ya que espesas nubes de nieve amenazaban celosas sobre el cielo invernal.
Por un momento Ayami se quedo apreciando la suave escarcha que se habia propagado sobre los arboles a la lejania del bosque, y una sonrisa de lado aparecio en su rostro. Pronto seria tiempo de invernar.