Momentos.
Advertencia:
AyamixJamal.
Ecchi. +16
Kakigōri de Cerezo.
A pesar de ser finales de temporada, el calor asfixiaba las plantas que se morían por conseguir algo de agua, y el suelo de las calles polvorientas de la ciudad antes capital, se hacía borroso en la distancia. Los cantos de los grillos retumbaban en las calles vacías al calor del sol del mediodía. Todo el mundo permanecía en su casa, al abrigo de los abanicos convencionales y los mas adinerados del agua del manantial.
Ayami, se encontraba tumbado en el suelo de la pequeña sala de té de la casa del viejo Artur, quien le había pedido a la joven pareja que por favor se las cuidara mientras el salía de viaje por algunos días.
La mujer había llegado a tal sofoco que solo se había puesto una de las cenefas blancas de sus elegantes kimonos. Las gotitas de sudor recorrían su frente y no dejaba de removerse mientras murmuraba maldiciones hacia el calor...
No tenía suficiente dinero para permitirse aquella deliciosa agua fría de manantial. Ni si quiera le llegaba para uno de esos trapos frios que vendian en la esquina. Había perdido seis abanico y por ningun lado de la casa corría ni una ligera brisa que albergara un poco de frescor. Para colmo su baka-chan habia olvidado avisar a los mosos llenar las palanganas de aguay no podía quitarse el calor ni con una ducha fría.
Calor...
Calor...
Calor...
-Mierda... como agradecería tomarme un Kakigōri...- murmuró Ayami mientras se daba la vuelta y quedaba boca abajo en el suelo.
Estuvo un rato en silencio...
... hasta que no pudo más y explotó:
-“¡¿Por qué tengo que estar pasando esta calor cuando los demás estarán bien fresquitos en sus casas tragando Kakigōri!”–rugio sentandose de golpe, los mechones cayeron estrepitosos por todo su rostro, y algunos cabellos se quedaron ahí adheridos por el sudor.
Ayami pensó en Mayia, con un montón de paños frios y humedos.
Podría ir a visitarles, pero...
Sigh...
Seguro que a su lado estaría Kanaye como siempre...
Sigh...
Después pensó en Hanataru.
-“Hanataru está de viaje con sus padres...”- se respondió a si misma Ayami.
Sigh...
Calor...
-Quiero algo fresco...- se susurro Ayami mientras daba un quejido lastimero y se volvía a girar para quedar mirando el techo.
Por último le vino a la mente alguien, demasiado cercano, que no se encontraba merodeándola, y se le hacia raro, frunció el ceño, y de pronto la imagen tomo color y forma: un pelinegro, sumergido en el manantial de las afueras de la ciudad, con un Kakigōri y varias mujeres voluptuosas acompañándolo, se pinto de los mil colores y se puso de pie en un brinco.
En su imaginación el hombre la miró y le sonrió superiormente.
- “¡ARRRGGG!”–bufo furiosa saliendo de la sala de té, sin amarrarse la cenefa blanca.
¿Cómo se atrevía aquel baka a invadir sus pensamientos y restregarle por la cara todo lo frío que anhelaba y no poseía, y lo peor del caso que lo compartia con otras mujeres y no con ella?
Esto no quedará así...
Mientras en otro lugar de la casa...
Jamal se encontraba en la habitación únicamente vestido con uno hakama de algodon azul oscuro, haciendo unos bocetos y comiendo un Kakigōri de cerezo que había comprado antes de llegar a casa, después de que cierta albina lo corriera por no complacerla debidamente.
Demasiada calma.
-“JAMAL-BAKA!!!”- Grito Ayami, derribando literalmente la puerta de la habitación, que como por cosa de hechicería le parecía lo suficiente fria como para calmar su calor, pero no su corage..
Jamal apenas y ladeó la cabeza para ver a una femenina toda histerica y sudorosa.
-“¡¿Cómo te atreves a restregarme por la cara tu maldita aventura fria?!!”- Grito Ayami entrando del todo a la habitación.
-“¿Qué?”-
-“¡¿Y encima...! ¿Eh? ¿Eso que tienes ahí es un... Kakigōri?”- preguntó la mujer intentando evitar que su voz le temblara al igual que el dedo que señalaba el delicioso tesoro.
Necesitaba algo frío con urgencia y no era por la calentura que normalmente le atacaba cuando estaba con el hombre.
-“¿Has bebido algo, anata?”- preguntó Jamal con ironía mientras mordía el Kakigōri llevándose un gran fragmento a la boca.
Ayami cerró la boca fuertemente y se resistió a suplicarle a Jamal que le dejara probarlo...
Aún tenía algo de dignidad...
...
Lo podia obligar...
...
Pero aun se veria muy falta de dignidad samurai
....
¡Al diablo con la dignidad!
Ayami se lanzó de rodillas al lado de Jamal y con la cara más triste y enternecedora que pudiera poner susurró:
-“Jamal-baka... solo un trocito... dame un poco...necesito algo frío...”-
El artista abrió los ojos asombrado de lo bajo que podía caer la samurai cuando se proponia conseguir algo, a lo que sonrió malvadamente.
No le iba a dar el placer de compartir su Kakigōri, no despues de que lo habia corrido cruelmente, echo totalmente un lio hormonal.
-“No”- djo simplemente mientras lamía de abajo a arriba el Kakigōri poniendo cara de no estar disfrutando nada.
-“Jamal...”-
-“No”- volvió a decir mientras mordía el penúltimo trozo de Kakigōri que le quedaba, dejándole únicamente con un bocado grande. Podría dejárselo a Ayami... era su Ayami, pero Aya-chan se habia portado mal con él... pero tenia esa carita Aya-chan que...¡No! ¡Era su helado! Y punto.
-“Dame...”
Ayami se acercó sinuosamente a Jamal hasta prácticamente reposar en su regazo, rodeándole el cuello con los brazos, como hipnotizado por la visión del Kakigōri.
Jamal sintió que se atiesaba notando a Ayami tan de cerca.
Rápidamente al saber que caeria en las redes femeninas de la mujer, se metió en la boca el último trozo de helado, esperando que el frescor del postre le refrescara las ideas, ya que su cuerpo comenzaba a calentarse por culpa de esta.
Ayami abrió los ojos alarmada al ver desaparecer el último placer que podía darle frescor. Sin dudarlo lo persiguió.
La albina se hundió en la boca de Jamal resbalando su lengua en el interior de la boca, probando cada rincón de la húmeda caverna probando el sabor de cerezo del Kakigōri ya derretido.
Jamal, que no se lo esperaba, sintió de pronto un calor que se internaba en su boca fria. Algo mojado que le invadía.
El artista termino por tirar sus cosas e intentó deshacerse del intruso con su propia lengua, haciendo retroceder a la otra, pero cuando consiguió ganar terreno se dio cuenta de que no quería detenerse, así que pasó las fronteras de su boca y se internó en el calor de Ayami.
La samurai notó como un gemido subía de su garganta cuando la lengua de Jamal pasó por debajo de su propia lengua.
Las manos del artista resbalaron detrás de la cenefa blanca, comenzaron a subir y bajar por la espalda femenina, haciendo que la mujer se estremeciera a causa de las manos frías de este.
Por el contrario, el hombre sintió que algo caliente que más tarde reconoció como los brazos de Yura se abrazaban a su cintura. A lo que rió entrecortadamente y de forma mas burlona, dio rienda suelta a sus manos, al igual que la albina.
Ninguno de los dos oyó los pasos tras la puerta, quien al notar que estaba abierta entró.
-“Joven Jamal... he reg..”-
Las dos personas se quedaron congelados en el piso de la habitación, viendo como bajo los pies de Artur la cenefa blanca de Ayami se encontraba, y como enredada con esta, la cinta de la yukata de Jamal.
-“Oh... disculpen... “- Artur se giro de inmediato cerrando detrás de él la puerta. A lo que Jamal echo una carcajada ahogada.
-“Demonios... pobre Artur...”- mascullo Ayami.
-“Si...”- observo a la mujer desnuda sobre él.-“Pensé que querías algo mas frío...”-
Ayami puso los ojos en blanco y bajo el rostro hasta Jamal, acercándolo para que su nariz chocara con la suya, dejando que una gota de sudor corriera a través de ambas narices.
-“Creo que veo una gota de kakigori...”- señalo la mujer, recorriendo con su lengua desde la boca de Jamal, hasta la garganta, el pecho, el abdomen, el vientre, vientre bajo y...
-“Por dios ayami!”- jadeo Jamal.
-“Jajaja... de alguna forma hare salir ese Kakigori...”- resolvio en una risa perversa, regresando a su trabajo oral.
Advertencia:
AyamixJamal.
Ecchi. +16
Kakigōri de Cerezo.
A pesar de ser finales de temporada, el calor asfixiaba las plantas que se morían por conseguir algo de agua, y el suelo de las calles polvorientas de la ciudad antes capital, se hacía borroso en la distancia. Los cantos de los grillos retumbaban en las calles vacías al calor del sol del mediodía. Todo el mundo permanecía en su casa, al abrigo de los abanicos convencionales y los mas adinerados del agua del manantial.
Ayami, se encontraba tumbado en el suelo de la pequeña sala de té de la casa del viejo Artur, quien le había pedido a la joven pareja que por favor se las cuidara mientras el salía de viaje por algunos días.
La mujer había llegado a tal sofoco que solo se había puesto una de las cenefas blancas de sus elegantes kimonos. Las gotitas de sudor recorrían su frente y no dejaba de removerse mientras murmuraba maldiciones hacia el calor...
No tenía suficiente dinero para permitirse aquella deliciosa agua fría de manantial. Ni si quiera le llegaba para uno de esos trapos frios que vendian en la esquina. Había perdido seis abanico y por ningun lado de la casa corría ni una ligera brisa que albergara un poco de frescor. Para colmo su baka-chan habia olvidado avisar a los mosos llenar las palanganas de aguay no podía quitarse el calor ni con una ducha fría.
Calor...
Calor...
Calor...
-Mierda... como agradecería tomarme un Kakigōri...- murmuró Ayami mientras se daba la vuelta y quedaba boca abajo en el suelo.
Estuvo un rato en silencio...
... hasta que no pudo más y explotó:
-“¡¿Por qué tengo que estar pasando esta calor cuando los demás estarán bien fresquitos en sus casas tragando Kakigōri!”–rugio sentandose de golpe, los mechones cayeron estrepitosos por todo su rostro, y algunos cabellos se quedaron ahí adheridos por el sudor.
Ayami pensó en Mayia, con un montón de paños frios y humedos.
Podría ir a visitarles, pero...
Sigh...
Seguro que a su lado estaría Kanaye como siempre...
Sigh...
Después pensó en Hanataru.
-“Hanataru está de viaje con sus padres...”- se respondió a si misma Ayami.
Sigh...
Calor...
-Quiero algo fresco...- se susurro Ayami mientras daba un quejido lastimero y se volvía a girar para quedar mirando el techo.
Por último le vino a la mente alguien, demasiado cercano, que no se encontraba merodeándola, y se le hacia raro, frunció el ceño, y de pronto la imagen tomo color y forma: un pelinegro, sumergido en el manantial de las afueras de la ciudad, con un Kakigōri y varias mujeres voluptuosas acompañándolo, se pinto de los mil colores y se puso de pie en un brinco.
En su imaginación el hombre la miró y le sonrió superiormente.
- “¡ARRRGGG!”–bufo furiosa saliendo de la sala de té, sin amarrarse la cenefa blanca.
¿Cómo se atrevía aquel baka a invadir sus pensamientos y restregarle por la cara todo lo frío que anhelaba y no poseía, y lo peor del caso que lo compartia con otras mujeres y no con ella?
Esto no quedará así...
Mientras en otro lugar de la casa...
Jamal se encontraba en la habitación únicamente vestido con uno hakama de algodon azul oscuro, haciendo unos bocetos y comiendo un Kakigōri de cerezo que había comprado antes de llegar a casa, después de que cierta albina lo corriera por no complacerla debidamente.
Demasiada calma.
-“JAMAL-BAKA!!!”- Grito Ayami, derribando literalmente la puerta de la habitación, que como por cosa de hechicería le parecía lo suficiente fria como para calmar su calor, pero no su corage..
Jamal apenas y ladeó la cabeza para ver a una femenina toda histerica y sudorosa.
-“¡¿Cómo te atreves a restregarme por la cara tu maldita aventura fria?!!”- Grito Ayami entrando del todo a la habitación.
-“¿Qué?”-
-“¡¿Y encima...! ¿Eh? ¿Eso que tienes ahí es un... Kakigōri?”- preguntó la mujer intentando evitar que su voz le temblara al igual que el dedo que señalaba el delicioso tesoro.
Necesitaba algo frío con urgencia y no era por la calentura que normalmente le atacaba cuando estaba con el hombre.
-“¿Has bebido algo, anata?”- preguntó Jamal con ironía mientras mordía el Kakigōri llevándose un gran fragmento a la boca.
Ayami cerró la boca fuertemente y se resistió a suplicarle a Jamal que le dejara probarlo...
Aún tenía algo de dignidad...
...
Lo podia obligar...
...
Pero aun se veria muy falta de dignidad samurai
....
¡Al diablo con la dignidad!
Ayami se lanzó de rodillas al lado de Jamal y con la cara más triste y enternecedora que pudiera poner susurró:
-“Jamal-baka... solo un trocito... dame un poco...necesito algo frío...”-
El artista abrió los ojos asombrado de lo bajo que podía caer la samurai cuando se proponia conseguir algo, a lo que sonrió malvadamente.
No le iba a dar el placer de compartir su Kakigōri, no despues de que lo habia corrido cruelmente, echo totalmente un lio hormonal.
-“No”- djo simplemente mientras lamía de abajo a arriba el Kakigōri poniendo cara de no estar disfrutando nada.
-“Jamal...”-
-“No”- volvió a decir mientras mordía el penúltimo trozo de Kakigōri que le quedaba, dejándole únicamente con un bocado grande. Podría dejárselo a Ayami... era su Ayami, pero Aya-chan se habia portado mal con él... pero tenia esa carita Aya-chan que...¡No! ¡Era su helado! Y punto.
-“Dame...”
Ayami se acercó sinuosamente a Jamal hasta prácticamente reposar en su regazo, rodeándole el cuello con los brazos, como hipnotizado por la visión del Kakigōri.
Jamal sintió que se atiesaba notando a Ayami tan de cerca.
Rápidamente al saber que caeria en las redes femeninas de la mujer, se metió en la boca el último trozo de helado, esperando que el frescor del postre le refrescara las ideas, ya que su cuerpo comenzaba a calentarse por culpa de esta.
Ayami abrió los ojos alarmada al ver desaparecer el último placer que podía darle frescor. Sin dudarlo lo persiguió.
La albina se hundió en la boca de Jamal resbalando su lengua en el interior de la boca, probando cada rincón de la húmeda caverna probando el sabor de cerezo del Kakigōri ya derretido.
Jamal, que no se lo esperaba, sintió de pronto un calor que se internaba en su boca fria. Algo mojado que le invadía.
El artista termino por tirar sus cosas e intentó deshacerse del intruso con su propia lengua, haciendo retroceder a la otra, pero cuando consiguió ganar terreno se dio cuenta de que no quería detenerse, así que pasó las fronteras de su boca y se internó en el calor de Ayami.
La samurai notó como un gemido subía de su garganta cuando la lengua de Jamal pasó por debajo de su propia lengua.
Las manos del artista resbalaron detrás de la cenefa blanca, comenzaron a subir y bajar por la espalda femenina, haciendo que la mujer se estremeciera a causa de las manos frías de este.
Por el contrario, el hombre sintió que algo caliente que más tarde reconoció como los brazos de Yura se abrazaban a su cintura. A lo que rió entrecortadamente y de forma mas burlona, dio rienda suelta a sus manos, al igual que la albina.
Ninguno de los dos oyó los pasos tras la puerta, quien al notar que estaba abierta entró.
-“Joven Jamal... he reg..”-
Las dos personas se quedaron congelados en el piso de la habitación, viendo como bajo los pies de Artur la cenefa blanca de Ayami se encontraba, y como enredada con esta, la cinta de la yukata de Jamal.
-“Oh... disculpen... “- Artur se giro de inmediato cerrando detrás de él la puerta. A lo que Jamal echo una carcajada ahogada.
-“Demonios... pobre Artur...”- mascullo Ayami.
-“Si...”- observo a la mujer desnuda sobre él.-“Pensé que querías algo mas frío...”-
Ayami puso los ojos en blanco y bajo el rostro hasta Jamal, acercándolo para que su nariz chocara con la suya, dejando que una gota de sudor corriera a través de ambas narices.
-“Creo que veo una gota de kakigori...”- señalo la mujer, recorriendo con su lengua desde la boca de Jamal, hasta la garganta, el pecho, el abdomen, el vientre, vientre bajo y...
-“Por dios ayami!”- jadeo Jamal.
-“Jajaja... de alguna forma hare salir ese Kakigori...”- resolvio en una risa perversa, regresando a su trabajo oral.