Japón Monogatari

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Japón Monogatari

Descubran la historia de la guerra entre Clanes legendarios, guerreros unicos en medio de una tierra de criaturas mitologicas


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    Mensaje  Invitado Lun Nov 29, 2010 9:18 pm

    Momentos.

    Advertencia:
    AyamixJamal.
    Ecchi. +16

    Kakigōri de Cerezo.

    A pesar de ser finales de temporada, el calor asfixiaba las plantas que se morían por conseguir algo de agua, y el suelo de las calles polvorientas de la ciudad antes capital, se hacía borroso en la distancia. Los cantos de los grillos retumbaban en las calles vacías al calor del sol del mediodía. Todo el mundo permanecía en su casa, al abrigo de los abanicos convencionales y los mas adinerados del agua del manantial.

    Ayami, se encontraba tumbado en el suelo de la pequeña sala de té de la casa del viejo Artur, quien le había pedido a la joven pareja que por favor se las cuidara mientras el salía de viaje por algunos días.

    La mujer había llegado a tal sofoco que solo se había puesto una de las cenefas blancas de sus elegantes kimonos. Las gotitas de sudor recorrían su frente y no dejaba de removerse mientras murmuraba maldiciones hacia el calor...

    No tenía suficiente dinero para permitirse aquella deliciosa agua fría de manantial. Ni si quiera le llegaba para uno de esos trapos frios que vendian en la esquina. Había perdido seis abanico y por ningun lado de la casa corría ni una ligera brisa que albergara un poco de frescor. Para colmo su baka-chan habia olvidado avisar a los mosos llenar las palanganas de aguay no podía quitarse el calor ni con una ducha fría.

    Calor...

    Calor...

    Calor...

    -Mierda... como agradecería tomarme un Kakigōri...- murmuró Ayami mientras se daba la vuelta y quedaba boca abajo en el suelo.

    Estuvo un rato en silencio...

    ... hasta que no pudo más y explotó:

    -“¡¿Por qué tengo que estar pasando esta calor cuando los demás estarán bien fresquitos en sus casas tragando Kakigōri!”–rugio sentandose de golpe, los mechones cayeron estrepitosos por todo su rostro, y algunos cabellos se quedaron ahí adheridos por el sudor.

    Ayami pensó en Mayia, con un montón de paños frios y humedos.

    Podría ir a visitarles, pero...

    Sigh...

    Seguro que a su lado estaría Kanaye como siempre...

    Sigh...

    Después pensó en Hanataru.

    -“Hanataru está de viaje con sus padres...”- se respondió a si misma Ayami.

    Sigh...

    Calor...

    -Quiero algo fresco...- se susurro Ayami mientras daba un quejido lastimero y se volvía a girar para quedar mirando el techo.

    Por último le vino a la mente alguien, demasiado cercano, que no se encontraba merodeándola, y se le hacia raro, frunció el ceño, y de pronto la imagen tomo color y forma: un pelinegro, sumergido en el manantial de las afueras de la ciudad, con un Kakigōri y varias mujeres voluptuosas acompañándolo, se pinto de los mil colores y se puso de pie en un brinco.

    En su imaginación el hombre la miró y le sonrió superiormente.

    - “¡ARRRGGG!”–bufo furiosa saliendo de la sala de té, sin amarrarse la cenefa blanca.

    ¿Cómo se atrevía aquel baka a invadir sus pensamientos y restregarle por la cara todo lo frío que anhelaba y no poseía, y lo peor del caso que lo compartia con otras mujeres y no con ella?

    Esto no quedará así...

    Mientras en otro lugar de la casa...

    Jamal se encontraba en la habitación únicamente vestido con uno hakama de algodon azul oscuro, haciendo unos bocetos y comiendo un Kakigōri de cerezo que había comprado antes de llegar a casa, después de que cierta albina lo corriera por no complacerla debidamente.

    Demasiada calma.

    -“JAMAL-BAKA!!!”- Grito Ayami, derribando literalmente la puerta de la habitación, que como por cosa de hechicería le parecía lo suficiente fria como para calmar su calor, pero no su corage..

    Jamal apenas y ladeó la cabeza para ver a una femenina toda histerica y sudorosa.

    -“¡¿Cómo te atreves a restregarme por la cara tu maldita aventura fria?!!”- Grito Ayami entrando del todo a la habitación.

    -“¿Qué?”-

    -“¡¿Y encima...! ¿Eh? ¿Eso que tienes ahí es un... Kakigōri?”- preguntó la mujer intentando evitar que su voz le temblara al igual que el dedo que señalaba el delicioso tesoro.

    Necesitaba algo frío con urgencia y no era por la calentura que normalmente le atacaba cuando estaba con el hombre.

    -“¿Has bebido algo, anata?”- preguntó Jamal con ironía mientras mordía el Kakigōri llevándose un gran fragmento a la boca.

    Ayami cerró la boca fuertemente y se resistió a suplicarle a Jamal que le dejara probarlo...

    Aún tenía algo de dignidad...

    ...

    Lo podia obligar...

    ...

    Pero aun se veria muy falta de dignidad samurai

    ....

    ¡Al diablo con la dignidad!

    Ayami se lanzó de rodillas al lado de Jamal y con la cara más triste y enternecedora que pudiera poner susurró:

    -“Jamal-baka... solo un trocito... dame un poco...necesito algo frío...”-

    El artista abrió los ojos asombrado de lo bajo que podía caer la samurai cuando se proponia conseguir algo, a lo que sonrió malvadamente.

    No le iba a dar el placer de compartir su Kakigōri, no despues de que lo habia corrido cruelmente, echo totalmente un lio hormonal.

    -“No”- djo simplemente mientras lamía de abajo a arriba el Kakigōri poniendo cara de no estar disfrutando nada.

    -“Jamal...”-

    -“No”- volvió a decir mientras mordía el penúltimo trozo de Kakigōri que le quedaba, dejándole únicamente con un bocado grande. Podría dejárselo a Ayami... era su Ayami, pero Aya-chan se habia portado mal con él... pero tenia esa carita Aya-chan que...¡No! ¡Era su helado! Y punto.

    -“Dame...”

    Ayami se acercó sinuosamente a Jamal hasta prácticamente reposar en su regazo, rodeándole el cuello con los brazos, como hipnotizado por la visión del Kakigōri.

    Jamal sintió que se atiesaba notando a Ayami tan de cerca.

    Rápidamente al saber que caeria en las redes femeninas de la mujer, se metió en la boca el último trozo de helado, esperando que el frescor del postre le refrescara las ideas, ya que su cuerpo comenzaba a calentarse por culpa de esta.

    Ayami abrió los ojos alarmada al ver desaparecer el último placer que podía darle frescor. Sin dudarlo lo persiguió.

    La albina se hundió en la boca de Jamal resbalando su lengua en el interior de la boca, probando cada rincón de la húmeda caverna probando el sabor de cerezo del Kakigōri ya derretido.

    Jamal, que no se lo esperaba, sintió de pronto un calor que se internaba en su boca fria. Algo mojado que le invadía.

    El artista termino por tirar sus cosas e intentó deshacerse del intruso con su propia lengua, haciendo retroceder a la otra, pero cuando consiguió ganar terreno se dio cuenta de que no quería detenerse, así que pasó las fronteras de su boca y se internó en el calor de Ayami.

    La samurai notó como un gemido subía de su garganta cuando la lengua de Jamal pasó por debajo de su propia lengua.

    Las manos del artista resbalaron detrás de la cenefa blanca, comenzaron a subir y bajar por la espalda femenina, haciendo que la mujer se estremeciera a causa de las manos frías de este.

    Por el contrario, el hombre sintió que algo caliente que más tarde reconoció como los brazos de Yura se abrazaban a su cintura. A lo que rió entrecortadamente y de forma mas burlona, dio rienda suelta a sus manos, al igual que la albina.

    Ninguno de los dos oyó los pasos tras la puerta, quien al notar que estaba abierta entró.

    -“Joven Jamal... he reg..”-

    Las dos personas se quedaron congelados en el piso de la habitación, viendo como bajo los pies de Artur la cenefa blanca de Ayami se encontraba, y como enredada con esta, la cinta de la yukata de Jamal.

    -“Oh... disculpen... “- Artur se giro de inmediato cerrando detrás de él la puerta. A lo que Jamal echo una carcajada ahogada.

    -“Demonios... pobre Artur...”- mascullo Ayami.

    -“Si...”- observo a la mujer desnuda sobre él.-“Pensé que querías algo mas frío...”-

    Ayami puso los ojos en blanco y bajo el rostro hasta Jamal, acercándolo para que su nariz chocara con la suya, dejando que una gota de sudor corriera a través de ambas narices.

    -“Creo que veo una gota de kakigori...”- señalo la mujer, recorriendo con su lengua desde la boca de Jamal, hasta la garganta, el pecho, el abdomen, el vientre, vientre bajo y...

    -“Por dios ayami!”- jadeo Jamal.

    -“Jajaja... de alguna forma hare salir ese Kakigori...”- resolvio en una risa perversa, regresando a su trabajo oral.


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    Mensaje  Invitado Lun Jun 27, 2011 9:16 pm

    Momentos.


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    AyamixJamal.
    Drama. +13

    La primera de muchas.

    Dolor, lo único que había en la profundidad de esos petulantes ojos marrones era dolor. Ni resentimiento o reproche, solo dolor. La explicación que le proporcionaba era simplemente una manera de convencerme a mi misma de que lo que hacía era correcto. Inclusive aun no logro desifrar si su fornido cuerpo temblaba bajo la frescura del viento nocturno o por lo que acontecia.

    Trataba de decirme algo, pero no se atrevia o mas bien yo no se lo permitia por que sabía que si lo escuchaba me arrepentiría y lo llevaría conmigo. Este sentimiento que surgía dentro mío me preocupaba, ya que él podría llegar a ser blanco de mis más feroces enemigos.

    Bajo el rostro, su perfecto rostro pálido como la luna que brillaba sobre nosotros. Lo único que atine a hacer fue estrecharlo y el me correspondio acercandome, adhiriendome haciendonos uno. Me volvi tan fragil en aquel instante, que mis piernas temblaron.

    "Shinta, no me hagas esto" suplique silenciosamente, mientras le oía gruñir. Su cuerpo se amoldó inmediatamente al mío. Era un hombre por mas vidido, y yo apenas uan samurai. Mas sin embargo en su interior demostraba ser tan debil como yo lo era cuando estaba con él, ambos nos fortaleciamos el uno al otro, por que sabiamos que ambos eramos el veneno letal del otro.

    Sus manos se pegaron mas a mi espalda, mientras sentia como aspiraba con fuerza mi escencia, como queriendome absorver, se agacho al grado que su frente quedo en mi hombro, y sus brazos ya me habian levantado algunos centimetros del suelo.

    Cuando me solto lo hiso en un movimiento brusco, y mi cuerpo se tambaleo débilmente. Se dio media vuelta y se cruzo de brazos.

    "Ahora es el momento..." me dijo con la voz quebrada, creo que hasta estaba llorando, pero... si mi suposcion era cierta... yo no lo soportaria y me quedaria ahi, con él. Dejaria de un lado mi camino de vida. Echaria por la borda mi reputacion y a la mierda el legado samurai de mi familia.

    Di un paso hacia él, y él se alejo.

    "¿Que esperas?"- interrogo molesto, mirandome de reojo, con el tono petulante y altanero que solo usaba conmigo en forma de autodefensa.

    Lo observe por ultima vez y decidí marcharme a mi posible muerte, coloque mi mano reposando sobre mi katana y en el acto me di cuenta, que el pecho me dolia de sobre manera, ¿era a lo que llamaban paro cardiaco? ¿o simple dolor de desamor? me detuvo unos momentos, viendo hacia el vacio del camino que me llevaria a mi mision suicida, jugar a la temeraria samurai, jamas iba hacer una faceta que le gustara de mi, y mas cuando sabia que aquella mision si me iba a matar.

    "Esta no sera la ultima..." prometi en voz alta."Sera la primera de muchas despedida..." segui caminando. Mis sandalias eran arrastradas por mis pies, mientras mi corazon y mi alma se quedaba atras junto con él.

    Unos puños chocaron contra un arbol cercano y el dolor de una maldicion seca hizo que mi piel se erizara. No tolere más el acontecimiento que sucedía a mis espaldas y me marche en la oscuridad, dejando al hombre que amaba solo en su sufrimiento.

    Por que juraba volveria a su lado. Siempre lo haria.
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    Mensaje  Invitado Miér Jun 29, 2011 8:37 pm

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    Angst/Tragedy/Drama. +18

    Silencio Ayame.

    Respiracion agitada, pupilas dilatadas.

    -"Silencio, Ayame, nos pueden escuchar..."-

    Afirmacion de cabeza, sudor sofocante que rueda por su espalda. Claro indisio de panico.

    Las piernas tiemblan, y la garganta se cierra a cada segundo.


    Por años lo mantube dormido.
    Por años he mantenido este recuerdo. Revivirlo hubiera sido demaciado, para cualquiera... Para mi.

    Los pasos se hacen mas y mas cercanos mientras que...

    -"Shhh... aqui viene... ¿Estas lista?"-

    -"Iie..."-

    Voz sollosante, la katana vibra en sus manos y...

    ...

    -"¡Ayame!"- grito desgarrador de la voz de alto mando.

    Los ojos rojos comienzan a llenarse de lagrimas.

    -"Ayame, ¿eh?"- era mas alto que ella, quizas medio metro mas alto.

    Takemi se detiene a diez pasos de la escena, sabia que dejarla sola en aquella mision, era una idea estupida, ella apenas tiene trece años y recien acaba de terminar su fiel entrenamiento, como la mejor, pero en el entrenamiento no te enseñan como deslindar los sentimientos...

    Eterna mi sonrisa. Desde niña.

    Tierna mi mirada. Desde hasta el dia de mi muerte.

    Mi frágil apariencia. Para toda la vida y en el mas alla.

    Era mision facil, la primera que Yuura Ayame hacia en campo. Si apenas hace dos horas antes, hubiera estado cantando y comiendo dangos con los chicos del escuadron a cargo de Takemi Kotsumoto, y ahora pendia suspendida en el aire, por un tipo que la tenia cogida del cuello, amenazando con aplastarlo con suma fragilidad.

    Su vida se ciñe perfectamente a la sicopata mirada que muestra el hombre, mientras que el escuadron completo sale a la luz amenazante, esperando cualquier descuido para descuartizar al sujeto que aprieta segundo a segundo la vida de la pequeña Ayame.

    Sus rojos ojos, se llenan de lagrimas nuevamente por la falta del oxigeno, y la katana aun sigue en sus manos.

    -"¡Ayame!"- vuelve a gritar Takemi sintiendose miserable por la estupides de haberla mandado a la guerra, de no haberla protegido debidamente. Tonto, tonto tonto, mil veces tonto él. La pequeña que le habia confiado su vida ahora iba a morir de la forma mas estupida que cualquier samurai hubiera podido morir antes. Antes que asesinar...

    -"¡Ayame! ¡Hazlo!"- vocifero Takemi.-"¡Usa la tecnica!"-

    Ella sabia a que se referia él. Por lo que se sorprendio. Solo Aiko y ella, sabian que habia estado entrenando por casi dos años, aquella tecnica, mas sin embargo.

    Jure no asesinar, jure que seria una samurai fiel, que jamas iba a asesinar, a Buda no le gusta que los humanos nos matemos entre si...

    Su agresor apretaba con mas fuerza, y las manos de este se marcaban romanticamente en forma de violetas ematomas que cobrarian factura un dia de estos, estaba a punto de tronar algo.

    -"¡Eres tu o él!"-

    Ayame abrio suficiente los ojos. ¿Es que esta era vida? ¿Es que lo iba a poder hacer? Despues los cerro.

    -"Que descanse Ayame-hime"- dijo en tono burlon el asaltante.

    Al acto
    -"AH!"-

    Un grito, y una garganta fue cortada desde el pecho hasta la mandibula.

    Dos cuerpos caen, uno cubierto de sangre y el otro salpicado de sangre.

    Seis pares de ojos son testigos.

    Dos cuerpos se convulcionan, uno moribundo desangrado y el otro moribundo aterrorizado.

    Nace una leyenda, muere una mierda


    -"Ayame... Ayame... hablame por favor"- pide desesperado Takemi mientras que mueve a la menor echa ovillo en el suelo, sus rojos ojos se ven en un panico profundo. Y se echa a los brazos de su capitan.

    Sollozo fuerte irrumpe el bosque


    -"Silencio Ayame..."- piden de forma suave

    -"Takemi..."- habla temblorosa la voz femenina.

    -"¿que pasa?

    -"Me ha gustado..."-

    Dos miradas. Una mirada preocupada. Una mirada maniaca.

    -"silencio Ayame... no sabes lo que dices..."-

    Sonrie al recuerdo fortuito mientras mira a sus hijos moverse a sus pies, jugando entre ellos, uno se acerca hasta las faldas de su kimono y le pide los brazos, esta lo coge y le besa la frente.

    Mira al horizonte, y entre los arboles, algunos muertos conocidos le hacen seña obsena. La mujer rie entre dientes.

    Los pequeños ojos marrones y carmin, no van a ser ellos los primeros en mirarme a y ver que una asesina sigue ahí, que está durmiendo... Que es libre de tomar control sobre este cuerpo cuando le place.

    No.

    No van a ser ellos los que descubran cuanto disfruto desenfundar mi Katana.

    No.

    No van a ser ellos los que descubran mi imposiblemente eterna sed de sangre.

    Y aunque me haya deshecho de aquella vida... ¡Oh, Kami! No hay nada como el tan puro, intenso y carmesí color para acompañar el acero de mi katana y mis ropas andrajosas despues de una buena pelea.

    Mas sin embargo...


    -"Shinta... ¿Sucede algo?"-

    La sonrisa se le formula en los labios a la albina, pero antes de que ocurra esto. Un desprevenido beso viene en su ataque. Mientras es retirado el pequeño niño de sus brazos. Ahora es ella la que es cargada en vilo.

    -"Me preocupa que mi mujercita se quede pensativa..."-

    -"Estas loco..."- ella devuelve el afecto abrazandolo por el cuello.-"¿Me amas?"-

    -"Claro, aun lo duda mi señora... eso me pone triste..."- argumenta mientras la adentra a la casa.

    -"Aunque haya sido una asesina..."-

    El hombre se detiene y le queda viendo por bastante tiempo antes de que le sonria calidamente.

    -"Silencio Ayami."- le da otro suave beso y regresa a su andar.

    Ciertamente, no hay nada mejor que el suave vibrar de la katana entre tus manos descuartizando a un pobre diablo que lo merezca, mas sin embargo... me gusta mas pensar en aquello como algo real que paso, y amar "esto" como una ilucion fantastica... total..."Sólo las personas reales pueden amar las ilusiones."


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    Mensaje  Invitado Vie Jul 01, 2011 7:16 pm

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    Sangre. Ira. +16

    Querido Jamal.

    La mirada abajo en sus pies mientras que el cimiento de aquel sentimiento se intesificaba conforme pasaban los minutos, apretaba sus manos echas dos puños enfurecidos, y su entrecejo mas unido que en alguna otra ocacion.

    Sangre, sangre, sangre.

    Añoraba aquella sangre mas que a los propios dulces, añoraba aquel liquido vital mas que el mismo cuerpo del moreno.

    Grr...

    Chispaba la crispa del corage, y toda por la bocota del moreno.

    -"Si... fue muy buena, para ser mi primera vez me hizo sentir cosas que no volvi a sentir hasta mucho tiempo despues"-

    Idiota. Habia desatado, ni siquiera al lobo o al asesino que dormia en el samurai, si no aquella bestia salvaje que ni siquiera sabia que tenia dentro, la cual gruñia desesperadamente por destazar milimetro a milimetro aquel inmaculado templo.

    Sangre, sangre, sangre.

    Alla en la esquina se veia un muchachito escualido que miraba ansioso sus zapatos, juagaba con unos alargados palillos entre sus dedos de forma infantil, mientras que una tierna sonrisa figuraba su fragil cuerpo, a los ojos de la gente aquella silueta era tan androgena que no se distinguia entre hombre o mujer, la melena blanca como la nieve y la piel blanca y sucia como sal arenada. Usaba unos pantaloncillos occidentales bien ajustados a su pequeña cadera, y una camisa que bien podia entrar en ella tres o cuatro veces mas, pero arremangada le hacia ver curioso.

    La esplendorosa y legendaria geisha, ya retirada, daba su paseo habitual, la vejez la comenzaba a dejar atras, pero aun asi, los magnificos rubies verdosos daban el letargo vivido de una embra formidable, de incontables noches de pasion y desenfreno, de alientos de opio y sake, de perdidas de memoria y ganancias de otras tantas, sus arrugadas pero cuidadas manos se acariciaban una a la otra, y junto a su danna que tambien era un anciano caminaban de la mano, atras de ellos, dos jovenes de una edad que podrian afirmar ser sus hijos. Misato Kawamura, era el nombre de la legendaria geisha, despues de la casi omnipotente Katsumoto Sasami, Kawamura Misato, habia sido una de las geishas mas populares y poderosas de todo Japon. Aunque despues de un escandalo echo por su danna se habia retirado por completo del mundo de las luminarias, alejandola mas alla de Tokyo, la habia llevado hasta Saga para perderla de sus incontables admiradores, pero aun ahi la gente la reconocia.

    -"Misato-san"- hablo alegremente el muchachito de aquella esquina cuando la comitiva estuvo pasando frente a él.

    Los jovenes que le guardaban la retaguardia se pusieron a la defensiva, pero la mayor, hizo una delicada seña para que bajaran armas, el anciano a su lado comenzo a grunir mientras trataba de abrir los ojos, ya que por la edad no identificaba bien a la persona. Los mas jovenes acataron la orden de inmediato al ver que el muchachito escualido no se encontraba armado y se veia bastante debilucho mas sin embargo, uno de ellos le miro mas detenidamente, se le hacia familiar.

    -"¿Nos conocemos?"- pregunto la de ojos verdes.

    Y las dos palabras le dolieron en el alma, habla de forma tan...

    -"No... claro que no... perra..."- contesto de forma tajante el de cabeza blanca.

    Y el joven reacciono.

    -"Yuura Ayami, del clan Ookami!"- dijo, interponiendose entre el filo de la katana que sacaba de su espalda la albina y la geisha que alarmada se hacia para atras.

    El anciano saco tambien su arma, los tres hombres para ser exactos, pero Ayami solo basto para bajar su cuerpo y fintiar a todos.

    Lo ultimo que pudo ver la pobre mujer de bellos ojos verdes, fue el fuego de la ira de los ojos rojos arder pidiendo sangre, y los graciosos labios pronunciar.

    -"Eso es mio..."- de una tajada, corto la garganta de la mujer, de inmediato se giro hacia los hombres y gruño enardecida como el demonio en el que se habia convertido por aquel instante, saco una segunda katana de su espalda y se agazapo como perra para esperar la batalla, peros los tres hombres se quedaron congelados por la accion sanguinaria y tan falto de estrupulos.

    Esta al ver que no se movian, se hirguio y sonrio de labo, se agacho hasta el cuerpo decapitado y le quito una cadena. Acto seguido dejo tirada sus katanas y comenzo a caminar hacia el camino que llevaba a Chubu.

    .
    Querido Jamal.





    Atte. Ayami.

    .

    La carta no decia nada, solo llevaba un colgadijo lleno de un tinte bastante opaco... un tinte rojo. Que por consiguiente tambien habia manchado la hoja de la carta.

    ...

    Por que lo mio, nadie lo toca, y si fue tocado, cortare las manos que lo hayan echo, y la cabeza que lo haya pensado.
    Yuura Ayami.

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