No podía ir mas allá de las islas de Kyushu, por seguridad de ella y de los niños, según palabras de Jamal, por lo que, aprovechando que el hombre había vuelto a ir a Nagoya, decidió llevar a sus gemelos a Fukuoka, que conocieran el templo de Izanagi. Tenía pensado que para cuando llegaran allá, los niños estarían tan cansados que se estarían en paz dentro del templo, sin embargo...
-"WI!"- grito Hayate colgado de un arbol, mientras que Kamil corría como rafaga por todos los pasillos del lugar.
La albina se había dado por vencida a la media hora primera, los guardespaldas yakuza ya se divertían tratando de cuidar a los niños, de que no sufrieran ningun tipo de accidente o ellos serían los accidentados por la albina.
La mujer se sentó en una de las banquetas que estaban en el patio principal, daba al atrio del buda de oro que había sido robado cinco años atrás y a su espalda estaba la ciudad de Fukuoka a la orilla del mar. Clavo su mirada borgoña en el atrio, tantos recuerdos de aquel lugar.
Su mirada se vio lejana, ahí en ese templo sus padres se habían conocido y se habían enamorado, y hasta se habían casado, pero bajo ese mismo techo -ahora restaurado- había muerto su tío Aiizu, hermano menor de su padre y por poco ella misma moría aquel día con el mercenario, tantos recuerdos tormentosos, que el té que amablemente los monjes le habían ofrecido tembló en sus manos, bajo el rostro viendo la superficie verdosa del liquido.
¿En que momento su vida se había vuelto un infierno?
-"WI!"- grito Hayate colgado de un arbol, mientras que Kamil corría como rafaga por todos los pasillos del lugar.
La albina se había dado por vencida a la media hora primera, los guardespaldas yakuza ya se divertían tratando de cuidar a los niños, de que no sufrieran ningun tipo de accidente o ellos serían los accidentados por la albina.
La mujer se sentó en una de las banquetas que estaban en el patio principal, daba al atrio del buda de oro que había sido robado cinco años atrás y a su espalda estaba la ciudad de Fukuoka a la orilla del mar. Clavo su mirada borgoña en el atrio, tantos recuerdos de aquel lugar.
Su mirada se vio lejana, ahí en ese templo sus padres se habían conocido y se habían enamorado, y hasta se habían casado, pero bajo ese mismo techo -ahora restaurado- había muerto su tío Aiizu, hermano menor de su padre y por poco ella misma moría aquel día con el mercenario, tantos recuerdos tormentosos, que el té que amablemente los monjes le habían ofrecido tembló en sus manos, bajo el rostro viendo la superficie verdosa del liquido.
¿En que momento su vida se había vuelto un infierno?