" Y si solo fueras una ilusión mas, te fueras y me dejaras aquí..." dijo con tristeza al que se iba posiblemente a la muerte.
Su reloj marcaba las 4:30 y ya estaba desayunando, había citado a sus compañeros de antaño a eso de las 7:30 en el puente que daba a los jardines.
Tranquilamente terminaba de digerir el ultimo bocado, el silencio era demencialmente terrible, cogio un pedazo de papel y comenzó a redactar a puño y letra, una misiva para él. Odiaba discutir, pero parecía que siempre era así, que mas daba si al final del dia un buen beso lo solucionaba todo.
Escribio alrededor de tres hojas comunes de papel, y las envolvio en una de sus sedas rojas favoritas. Sello la misiva y salio de la habitación. El esplendoroso kimono blanco con la imagen del tigre en la espalda, daban una imagen perfecta para la señora Sakuragi. Al toque de que se corrio la puerta, un hombre de apariencia sumisa, se acerco haciendo una elaborada reverencia a Ayami.
-“Mi señora ordena”-
La mujer miro de reojo al hombre y extendio la carta.
-“Enviala de inmediato al señor, y preparen el carruaje por que partimos al puente ya”- dijo mientras que se acariciaba el ya visible vientre, se sonrió así misma, y camino hacia la sala de té, donde tomarla uno de esos preciosos abanicos para soplarse por si el calor le atacaba, cada uno de ellos, un regalo enviado por su marido.
Se situo en el salon de té, y noto que la puerta que daba al patio estaba abierta. Entrecerro la mirada y se giro a la pared donde habia mandado a colgar cada uno de los abanicos, escogió uno rojo con negro, lo guardo en su kimono y camino a la salida.
Noto que en la entrada, Miwako y Kensuke, ya le esperaban. Ambos volvian a reverenciarla. Esta afirmo. Y propia salio hasta el carruaje para subirlo. Este comenzo a andar. Se quedo quieta por un momento.
-“Espere...”- pidio al conductor, el cual de inmediato se detuvo.
-“¿Sucede algo, señora?”- preguntouna de sus doncellas.
La albina se mordio el dedo indice, habia olvidado sus kanzashis, mas sin embargo.
-“Espero y los dos monigotes sirvan para algo... aunque no creo que sea necesario..”- dudo unos momentos en regresar a la casa, mas sin embargo indico que siguiera adelante el carruaje. El cual recorria eficaz las calles solitarias aun de Kyoto.