Era un lugar que le provocaba un profundo respeto. Casi diría que miedo aunque prefería no aceptar esa parte de ella que tenía miedo de la vida, después de todo había estado esperando casi 15 años por la oportunidad de probarle al mundo su valía, y al fin su madre había aceptado que las ideas de su padre no estaban tan erróneas, que la chica necesitaba y merecía tener un entrenamiento como se debía.
Extrañaba a su padre si, por sus reiteradas ausencias, pero el estar enlazándose con una parte del hombre tan importante como eran sus raíces, y el clan mismo al que pertenecían, era una manera de estar conectados. Así que mientras se adentraba en el bosque desde muy temprano, sabiendo que llegaría con los pies adoloridos, prefirió olvidar los detalles mundanos y centrarse en el profesor que iba a conocer. ¿Sería chica o chico? Tal vez era un anciano que con algo de suerte conocería a sus padres y por lo mismo podría hablarle del paradero actual de su progenitor.
Lo que no se esperó fue encontrar de hecho a su padre allí, cuando estuvo a las puertas de la casa de los lobos. Como era la hija de uno de los capitanes no tuvo problemas en que se le permitiera ingresar y cuando estuvo ya del otro lado, su emoción se disparó. Su corazón parecía latir en exceso y aunque estaba extenuada por el viaje, no podía sentirse más dichosa. Antes de que pudiera cruzar muchas palabras con el Kurosawa mayor, él se despidió por tener otra ocupación que claro, no le reveló. La chica bufó pero pronto se sintió animada de nuevo a medida que avanzaba a donde se suponía que quien la entrenaría estaría.
Pero... No había nadie allí—. ¿Hola? Soy Kurosawa Ayame —se presentó al aire en lo que parecía ser un pequeño descanso o claro al lado de una de las zonas de la casa. La fuente con agua cerca de ella le llamaba la atención pero temía ser considerada en exceso infantil si se agachaba a mirar que tanta profundidad tenía o los colores de las piedras de la orilla.
Extrañaba a su padre si, por sus reiteradas ausencias, pero el estar enlazándose con una parte del hombre tan importante como eran sus raíces, y el clan mismo al que pertenecían, era una manera de estar conectados. Así que mientras se adentraba en el bosque desde muy temprano, sabiendo que llegaría con los pies adoloridos, prefirió olvidar los detalles mundanos y centrarse en el profesor que iba a conocer. ¿Sería chica o chico? Tal vez era un anciano que con algo de suerte conocería a sus padres y por lo mismo podría hablarle del paradero actual de su progenitor.
Lo que no se esperó fue encontrar de hecho a su padre allí, cuando estuvo a las puertas de la casa de los lobos. Como era la hija de uno de los capitanes no tuvo problemas en que se le permitiera ingresar y cuando estuvo ya del otro lado, su emoción se disparó. Su corazón parecía latir en exceso y aunque estaba extenuada por el viaje, no podía sentirse más dichosa. Antes de que pudiera cruzar muchas palabras con el Kurosawa mayor, él se despidió por tener otra ocupación que claro, no le reveló. La chica bufó pero pronto se sintió animada de nuevo a medida que avanzaba a donde se suponía que quien la entrenaría estaría.
Pero... No había nadie allí—. ¿Hola? Soy Kurosawa Ayame —se presentó al aire en lo que parecía ser un pequeño descanso o claro al lado de una de las zonas de la casa. La fuente con agua cerca de ella le llamaba la atención pero temía ser considerada en exceso infantil si se agachaba a mirar que tanta profundidad tenía o los colores de las piedras de la orilla.